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PLACER ESTÉTICO Y MUSICAL EN UNA NOCHE INOLVIDABLE

Elektra. R. Strauss. 21 de enero de 2020. Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia


D. Stoffel, I. Theorin, S. Jakubiak, S. Margit, D. Welton, M. Hochmut, A. Gimeno, E. Pictet, M. Pflumm, B. Carrillo. Dirección músical, M. Albrecht. Dirección artística, Carsten.

 

Partimos de la base de la gran dificultad que resulta intentar resumir todo lo sucedido en la representación de esta joya lírica de la literatura musical. Hablar de Elektra de R. Strauss con libreto del escritor Hugo von Hofmannsthal requeriría citar a numerosos nombres propios de la filosofía y la música. Al mismo tiempo debemos reconocer, la complejidad de una obra que es ejemplar y completa ya en la propia tragedia que Sófocles escribió con el título homónimo. La venganza como sinónimo de justicia frente a lo que no es justo y por ende, no vengado. La obsesión de los pensamientos de la protagonista que se reflejan en los diferentes elementos compositivos que definen y describen, a su vez, la complejidad de una obra cumbre de la historia de la ópera. La obra que comienza con la llamada, casi en forma de invocación, de Elektra representados en los acordes que llaman a Agamenón, su padre, con toda su grandeza y que de forma obstinada (leitmotiv o motivo conductor) irán apareciendo a lo largo de la obra. Este clima de obsesión por conseguir vengar la muerte de su progenitor, Strauss lo refleja de manera formidable.


En relación a la cuestión escénica, es inevitable mencionar el gran protagonismo que la iluminación tuvo en una producción en la que destacó el interés por plasmar el mundo oscuro de la psique humana, Robert Carsen junto con Peter van Praet lo han sabido trasladar al escenario de Les Arts de forma absolutamente acertada y soberbia. Es evidente que en esta producción la iluminación juega un papel importantísimo que ayuda a crear ese mundo árido de terreno hostil, sin paz, oscuro y claustrofóbico. Un terreno que es determinado y reforzado por ese desafío musical que supone un acercamiento hacia la atonalidad. Pasajes como el monólogo de Elektra en los que la politonalidad aparecen de forma clara y sólida. Elementos compositivos que definen y describen la complejidad de una obra cumbre de la historia de la ópera. Un escenario que plantea la oscuridad del pensamiento y que viene a ser un reflejo de la fatalidad de Nietzsche que queda absolutamente expuesta en el monólogo inicial de la protagonista, así como sucederá con Salomé, otra de las óperas de R. Strauss que guarda diversas coincidencias con Elektra. Si hablamos de tour de force es necesario alabar a Iréne Theorin, la Orquesta de les Arts y por supuesto a su director Marc Albrecht. Respecto a Theorin, la concentración y defensa de un rol de semejante envergadura y sin salir de escena en casi dos horas, merece cuanto menos la admiración de cualquiera de los que allí estuvieran. Una voz redonda que supo gobernar en todo momento la gran línea que supone este papel. Inteligente en el canto y sabiendo controlar la emisión. En relación a la orquesta, no hay que decir que en torno a cien músicos es más que respetable en número pero más aún en lo referente a la calidad de todo aquello sutil que se pudo percibir. Los fortissimi escritos por Strauss en esta plantilla orquestal se dan por hechos, ahora bien los numerosos colores, planos sonoros, equilibrio y dirección musical es un logro de una de las mejores orquestas que existen en la +actualidad. Albrecht hizo una gran lectura de la partitura, si bien es cierto que en algunos de los pasajes menos brillantes para las voces, la orquesta pudo estar algo más comedida.


Strauss, al igual que sucede con otros grandes nombres del sinfonismo orquestal de finales del siglo XIX y XX, requiere de unas condiciones claras que no por ello livianas. La conducción o dirección musical se convierte en un acto complejo en tanto en cuanto, requiere de una comprensión que excede la visión de una estructura menor en pro de un clímax y de una tensión que alcanza la obra al completo, de forma que gobernar estas dos horas de música para guiarlo todo y conducirlo hacia el punto culminante, no es una empresa fácil. Albrecht defendió la dirección musical de forma soberbia y dejó claro que dominaba un repertorio cargado de sutileza, flexibilidad y seducción, cualidades propias de la línea straussiana. Desafortunadamente, Jakubiak (Chrysothemis) estaba enferma por lo que no es posible ilustrar en palabras lo que sí se dejó entrever y es la belleza de una voz redonda y timbrada que en condiciones óptimas es un verdadero regalo para el espectador. Stoffel (Klytämnestra) es ya una de esas voces legendarias que saben mostrar la gran experiencia que poseen sobre el escenario. Imposible no hablar de una de las técnicas más definidas de estilo. Stoffel hizo uso del Sprechgesang o el conocido como Sprechstimme muy apropiado al rol y a la propia época compositiva. Autores como Albán Berg en Wozzeck o Schönberg en su Pierrot Lunaire proponen esta técnica entre el habla y el canto. Toda una lección de estilo que aportó color a la representación. Stefan Margit a aportó solidez y línea a su rol mostrándose convincente en su interpretación. El resto del reparto estuvo a la altura de las circunstancias. Voces masculinas timbradas y con línea que en el caso de Welton fueron subrayables, ofreciendo un Oreste de gran consistencia en lo vocal y en lo dramático. Destacable la voz del bajo valenciano Boni Carrillo, perteneciente al Coro de la Generalitat y que ofreció una voz sólida, de gran dominio técnico y con un fraseo y una línea de canto indiscutibles. El resto de papeles estuvieron a la altura de las circunstancias, ofreciendo calidad, dicción, fraseo y calidad interpretativa en definitiva.


Gran noche en Les Arts gracias a una de las tragedias griegas más relevantes de la historia de la filosofía, la literatura e indiscutiblemente, la música. Una noche de pulsiones entre lo onírico y la embriaguez de una puesta en escena única que en coproducción con la Ópera de París, el Teatro del Maggio Fiorentino junto con la Tokyo Opera Nomori hicieron de esta representación, una de las más impactantes y efectistas producciones. Les Arts, con Jesús Iglesias al frente como director artístico, se sitúa en ese grado de excelencia al que pocos acceden. Un absoluto placer estético tan necesario como excelso.

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